Thursday, December 09, 2004


la soledad y sus colores homicidas.

Fotografía de miguelángelandrade.

Wednesday, June 16, 2004

Casi el abismo

Lectura del grupo Di verso

viernes 4 de diciembre de II mil 3 en la Casa del Escritor, puebla.

DI VERSO



La modernidad existe, dice Pere Gimferrer, porque existen los raros. La singularidad es uno de los pivotes de la transición, del cambio, de la ruptura que instaura los nuevos moldes de la enunciación, de ese discurso que conquista los márgenes inexplorados de un fenómeno aparentemente común; en este caso, la lengua.
Exploración y conquista son, sin duda, una característica de esta empresa al mismo tiempo colectiva y personal. Indagación y examen que no es posible abordar desde una frontera unívoca sino que necesita del concurso de varias y diversas sensibilidades.
La poesía de este grupo Di verso es original en su radical diferencia, pero esa diferencia complementa la expresión colectiva de una generación despierta al clamor caudaloso de un río subterráneo que cruza secretamente sus tramas poéticas, como ese otro que cruza la ciudad que los reúne.
De lo lúdico a lo soterrado, del compromiso con lo social al despliegue erótico; esta poesía se oscurece al ritmo de sus metáforas, se ilumina con los relámpagos de la razón, se ahoga en líquidos corporales o se sacude con las voces trasterradas de los habitantes de la tierra. Gabriela Puente, Miguel Ángel Maldonado, Arturo Zepeda Ordorica y Miguel Ángel Andrade, se reunieron, hace unos cuantos años en el taller de poesía de la Escuela de Escritores Sogem Puebla, hoy lo hacen por cuenta propia al borde de sus diversidades y de un ejercicio raramente común. El nombre de esta lectura es el nombre que, desde lo comunitariamente heterogéneo, puede darse a la poesía: Casi el abismo.

Enrique de Jesús Pimentel

Tuesday, March 16, 2004

MIGUEL MALDONADO

Entre los dedos del pie
Hay que ir allá, a los rincones descuidados entre los dedos del pie, me dijiste. Allí es donde estamos. Sedimentos, plumín del beso mensajero, jarra de frases rota sin oreja, el hilo perdido, la hilacha de una charla, el cuarto en desorden con la caricia destendida, volutas del amor limpio y del mugroso. Allá, a los lugares de poca concurrencia, al territorio inalcanzable de la espalda, a la paja dorsal de recostarnos en el parque y que no alcanza la mano enjabonada.
Hacia el rostro anverso de tu muslo, la cara alborotada de tu palma, la rodilla de pómulos agudos, la nariz de tu tobillo, la mirada en decaedro de tus yemas, las mejillas de tus nalgas, la chapeta entre tus piernas. Y tu cadera orejona; y tu ombligo como si dijera siempre “O”. El bozo en el vientre, el tilín de la úvula del clítoris, las lenguas mellizas, el conjunto de cuellos, el trío de ojos, tu frente creciendo desmedidamente ya eres campo descubierto.
En tu rostro se ven los pies hinchados, en tu pupila se dilata todo lo que debía haber llegado, tu cabello tiene un aire maltratado. En una de las tres arrugas de la orilla de tu ojo, alguien botó el papel que te tocaba jugar en todo esto. Que no había lápiz para zurdos Que te tocó un desastroso remolino en la nuca Que
No importa, sólo importan los ojos saltones de tus venas verdes.
En el fondo somos agua, un estanque se asienta con el fluir de los cuerpos, me dijiste.


Reconocerte
Vives conmigo
tienes ya tiempo viviendo conmigo
y sin embargo
cada mañana me cercioro
si el queso crema se te antoja aún de desayuno
No me habitúo a tus palabras de costumbre
no puedo amoldarme al monótono suceso de tu cuerpo
a la cotidiana sorpresa de tu desconcertante sonrisa
no puedo con el olor usual de tu presencia
y sigo preguntando ¿quién vive?
El inminente encuentro de tu seno
a quince besos diagonales del cuello
sigue siendo para mí un descubrimiento
La cuesta de tu pubis
todavía me pierde
y subo cada noche con la boca echa bolas
como Sísifo que ha vuelto su condena expedición
En mi felina ronda mejilla a mejilla
me sigo tropezando con el relieve de tus labios
Era de esperarse que ayer como anteayer
como todas las seis de la tarde
tuvieras que convencerme
de que eres tú
de que eres la misma
que tienes ya tiempo viviendo conmigo
y eres el tradicional asombro
de todos los días

*
Somos dos, bastan media taza de arroz, sartén lubricado, y dos cubiertos de deseo sobre la cama.
Siempre se nos olvida el tenedor, nadie tiene a nadie. Media cucharada de risas y saliva que deshaga el terrón. Lamiendo el omóplato hasta el último helado del cuerpo. Piel condimentada, lunares, pecas, cosquillas, cilantro en el pubis. Camino el comino de tu nariz.
Con la comida no se juega, decía mi madre cuando niño. Llegamos con dientes de leche a la hora del amor, si algo se cae nos vuelve a crecer. Siempre terminamos envueltos en la cama y llenos de algo, pienso en unos tacos.
La cama es nuestro mundo, la cama es nuestro mundo, repetías soñolienta. Mientras la traslación de tu dedo al switch, acababa con nuestro día de setenta wats.

*
Sigo intrigado por el ticket que me dan en cada compra, me parece un tanto innecesario. Como casi todos los papeles. Quizá sólo el papel poema y el papel de baño me parecen justificables. Desnudarnos, también, me parece inútil papeleo, que desabrocha, que engrapa, que dos copias de senos, que perfora y a engargolarnos… Pero todo tiene un lado burocrático. De la naranja a la boca hay un periodo de técnica. Desnudarte como pelando una naranja, arrancando cáscaras de mezclilla, mordiendo tu espalda con problemas en el broche, como quien muerde del gajo la semilla. Después me doy cuenta que nuestras desnudeces se van olvidando; pienso acaso en pedirte un ticket para llevar la cuenta de los cuerpos en un cuarto.


Ciudadela (fragmento)
Ya ni el uso cotidiano de ir a la tienda puede ahormar la cierta repugnancia que le tengo a los días. La plantilla no logra aligerar las raspaduras del asfalto. Es hora de comprar zarpazos nuevos, cambiarse de garras, enjaguarse el rostro. Voy sacando mi dolor en abonos, en módicas cantidades de gritos, en ligeros llantos quincenales. A veces ahorro, me sobran tres o cuatro puñetazos de mesa al mes; esos que guardas, que sabes que un día sacarás del monedero porque ahora son los dioses quienes te quieren tumbar. Así no siento que me desinflo, que ya para las once soy el globo menos aventado de la fiesta, que ni en vitrina despierto el anhelo de los niños. He llegado al malecón de las cosas, ahí espero la crecida; sé que subirán las faldas y que no tendremos liquidez para salir a la alza en un olán, crisis de espermas. Me paso el semáforo y aun así no llego en punto a comprender por qué las prisas. Seguramente alguien dijo la verdad en el café pero no brindamos, estábamos atentos en pedir la parada. No estoy listo para morir, para enredarme corbata al cuello y salir a tocar puertas ofreciendo un producto hecho a base de diplomas y treinta años de sumisa garantía. Retardado, siempre fui un niño retardado. Me ha dejado el elevador, el metro y el camión; me has dejado tú. Retardado. Por dios, ya no puedo, necesito que alguien me acarree, un diablito que me lleve. Entusiasta y de antemano derrotado, como agente de ventas al umbral, así soy. Pero la tentación está allí, tan maliciosamente a la mano, como bolígrafo de abogado. Yo no quiero morir de muerte artificial. Basta llevar un portafolio y ver la hora para ganarme la confianza de todos los que caminan ceñudos a mi lado. Riamos. Si tuviste una hora de break por qué no rompiste un folio, si nunca se retrasó tu vuelo por qué no llegaste plumífera y sacudiendo nubes, si ibas muy bien con la obra por qué diste manos al teclado, por qué con computadora y todo te sigue oliendo mal la boca, no programas una fiesta. Sigo guardando deseos en la cartera, sueños que anoté en un papelito y que nunca llamé. Sigo esperando el ring del milagro, quizá sea mejor ir a su apartamento y buscar el timbre de voz para apurarlo. Voy a atiborrar este poema. Debe existir ese botón que hace que aparezcan ganas, o que abra la gabardina donde se muestre que nunca llevábamos tal cinturón, que andábamos con pantalones flojos y nunca quisimos bajarnos los vidrios para invitar un raid a la peatona. Me resguardo de las inmundicias en el baño, allí comulgo las contrariedades del día, evacuo las calles saltando a la letrina, en el excusado todo se perdona. Yo ya no salgo si no hay baño a la redonda, un sitio para escabullirse por el desagüe de la charla. Que me sienten en el retrete de consejos púgiles para asaltar con buen juego de piernas el siguiente instante. Siempre salgo entusiasmado del baño, sin esa mirada lagrimea que lo sabe todo, que terminarán por abrirme la ceja y suspender la pelea, que se deshacen de mí sin un adiós agitando los dedos, sin ese estúpido adiós, que me desprendo de ustedes y me votan sin remordimientos, como jalando la cadena. Esa mirada vidriosa que lo sabe todo, la pelea por el canal de la tele, la erección tapada por una camisa, la callada repulsión por su gordura, la vergüenza con tu hija. Por qué no ponen los señalamientos del WC más cercano de la cuadra, es terrible no saber a cuantos pasos estás del baño. Cuál es el www.com de los sanitarios, quiero estar bien informado de los horarios en que me abstengo porque están haciendo la limpieza; la @ del día que estoy cansado de verlo a los ojos y sólo quiero mandarle mensajes desde el baño. No quiero ver a nadie, quiero comunicarme por recados, “dejé mi corazón en el horno del escritorio, tráguenselo” Yo ya no puedo dar el gran salto y salir de la regadera, evacuar la taza, caerme de la cama. Mi cama es mi patria, islote del cuarto con un hombre parado en el deseo devorando su culebra, allí erijo Tenochtitlán y tiro la casa, tiro la casa por tu ventana. Día del grito en el cuarto, celebramos la dependencia del hidalgo a su falsa costilla, a la mácula del deseo: todos somos caballeros de la mancha. El último recurso que queda a una banqueta replegada a sus dos metros innegociables, es sacar la lengua. Las cosas y yo sacamos la lengua al mundo. Saca la lengua el lápiz, saca la lengua el cable, el seno izquierdo, la pata floja, la hacendosa, el ajolote, la jabalina, el silencio. Un lengüeteo de culebra nos apremia. Ningún hombre prevenido puede andar sin paletas en la bolsa, pero no hay caramelo que distraiga las lengüetadas de las cosas. Y cuando alguien ofrece un chicle a esa lengüeta que le ha crecido a todo, el rechazo es una leve elevación del hombro. El paisaje se resuelve en sacar la lengua y subir los hombros. Niños por fin.

GABRIELA PUENTE

Perro Maché

El perro ensaya la muerte,
se queda tieso,
tieso, carton con engrudo.

Extraña su casa muere;
él no es nada, carton con engrudo,
lo sabe y muere.

Muerto me mira
con sus dos canicas.

El ladrido es casi mudo;
el pero juega a la muerte

yo juego con él
y callo.


Acto piadoso

I
Voy a morir aquí, ya era hora,
en la flema sangre,
lágrima ulcerina
que se traga el retrete.

II
mi cuerpo de cristo
de cada ocho días
se ha enmohecido
no lo comí, ni las ratas;
ahora verde, ¿no sirve?

III
¿a qué huele?, a pan.
una ración, mi ración de pan
se ha quemado.

IV
dios tan todo poderoso
y yo así, abrazada al excusado;
es mi hora de la soberbia:
soy lucifer, entiendo a adán y eva
porque no eran mis padres.

V
¿no estoy aquí yo que soy tu madre?
no me chingues, el amor
es una muerte de cerdo,
agonía envuelta en escándalos,
lamentos que no se entienden,
voy a morir hoy, aquí.


Sentencia a Gestalone

Descúbreme, mira mis ojos,
y atemorízate;
en la sal por venir
habrá respuestas;
en la furia del iris,
nuestras almas vacías
bailan.

Patea el cojín, busca a tu madre.
Corta tus manos que son malas.
¿Qué piensas de eso?
Repite
¡Mamá, chinga tu madre!

¿Dónde te duele?
Busca tus manos. ¿A quién golpean?

Soba tus manos, que en el tirol de la pared
se ha enterrado.
Golpea el cojín, desolla un pollo,
¿A quién golpeas? ¿A quién ahorcas?

Rompe el cojín, termina esto.
Corta tu lengua, saca tus ojos,
no llores más.
Agota el agua que arde, seca la sal,
ahógate en sangre.
Mata a tu madre, odia a tu padre.


malolordeflor

olor de agua sucia de flores de días envasados sus tallos atrapados en la peste la huelo y la vuelvo a oler me es familiar como los piquetes en las plantas de los pies como las raíces de los árboles bajo el pavimento y haciendo rebotar los neumáticos y rebotando el corazón y los sentidos anclados a la incertidumbre voy a buscarte el pavimento me absorbe y fluyo de él ante tus plantas los ruidos distraen estás esperando se ha hecho tarde espero y no es nada espérame llegaré si no atropello la gente me mira y la reto me reta necesito atropellarlos que se callen no interroguen con sus ojos los asesino con los míos mal olientes del color del agua de los rabos de las flores que por encima van bien el sonido del silencio y los ruidos del silencio y el silencio en si me arrulla me tejo en mis manos me abandono me olvido en el florero soy el agua de las flores no marchitas y que apestan de las flores estancadas y que yo condené a la muerte en el florero las flores tragan su olor y se marchitan para no seguir escuchándome para no seguir mi olor y el suyo es mi odio que se acumula el tuyo que cae en mi cabeza el reloj que aniquila mis palabras el perro que ladra en la azotea la ambulancia vacía ensayando tus ojos que me esperan la incertidumbre de no saber quien me espera no me moveré de aquí esperaré los días las cenizas las arrugas las goteras que se caiga el tirol la losa que sea de noche vengan los perros me rescaten se coman mis pies en su hambre esperaré por tus ojos en su chal de arrugas esperaré mejorar no cortar mis manos dominarlas conocerlas esperaré se rompan mis uñas se las coman las ratas también la lluvia la otra gotera se seque no se moje se agote ya no voy a esperar voy a abandonar la pluma callar las voces y que me convenzan apagar el motor desconectar los cables y huir otra vez hacia tus ojos con mi mal olor de flor

Monday, February 16, 2004

GERARDO ARTURO ZEPEDA ORDORICA

Puente en una sola orilla

Algo me ha arrancado de ti
y nadie parece darse cuenta
ni el espejo, ni la carta final
que jamás leeremos.

¿Los besos se preguntan dónde
dónde las bocas se extraviaron?
A dónde emigran los cuerpos que la noche ha unido,
para entender que detrás de ti y anocheciendo,
las bocas son palabras que se callan.

¿Qué se tuvo que romper para que el amor
subiera de entre los muertos a preguntar por ti?
¿Por qué con cruces se atraviesa el alma?
¿Por qué sangre en vez de una batalla?
¿Por que un pecho siempre habrá de inmolarse
cuando el amor asesino nos caza traicionero?

¿Dónde quedó todo el amor de tu aliento pronunciado?
¿Dónde Trastevere y tus ojos, dónde
la sal de tu pecho y las calles empinadas de La Paz?
¿Por qué sólo como última palabra, tu espalda de adiós definitivo?
El abismo que nos traga se llama tiempo,
un rencor sin alas, incógnito, que nos deja muertos y solos.

(de Prometeo para desesperados)


Vetmia e rendonte

Llevo los días encima como un destino inescapable,
la sangre, sus ratos alegres,
el olor del pasto cortado en el jardín,
la boca sin nombre del primer beso.

Me atrapa la hondura del lago sordo
donde patalean los rencores,
donde las piedras se han puesto sobre la espalda
de las hijas pródigas del tiempo.

Ayer la tarde era un comienzo.
Hoy apenas un puente para salvarme al otro lado
donde me esperan todos mis muertos.
Y yo me sigo preguntando, dónde,
dónde se va guardando la vida,
en sacos de sombra en el sótano del tiempo
o en el futuro que viene con las noticias del pasado
como un texto profético que llega tarde.

(de Retrato imaginario de las horas)


Noción de lo inasible

Cómo decir que todo pasa
que la eternidad es una imagen,
es tu voz llamando mi nombre;
¿Cuál es mi nombre?
Un rato de calma, volcán dormido,
un minuto de noche siempre,
una tarde lluviosa.

El tiempo y sus nudos algún día se rompen
y desatan los días torpes.
La tristeza abre la puerta
para darle vida a los errores.
Dolores ya transcurridos,
a la sombra de un nombre
un rumor de letras poco claras,
se clavan en tu cuerpo, estás sola.

Algún día, sin saber dónde inventaste mi rostro
o en cuál plaza hay una calle con mi boca,
me buscarás, abrirás la ventana y te cruzará
la sensación odiosa de levantarte sedienta,
buscando una voz para tu cuerpo.

Será el amor apenas un instante,
un hotel de paso, un perfume,
un sabor imaginario a fruta.
Seremos polvo y algunas letras,

Del presente sólo nos queda una memoria anticipada.
Ahora todo pasa y encuentra su lugar bajo las horas.
Todo suma, se multiplica y nos engaña
mira las ramas, tienen árbol,
mira cómo el amor sucede cuando se va.

(de Duele una mujer en todo el cuerpo)


Breathless

Cayeron mis brazos guillotinas de la fe.
No voy a perseguirte más,
ni ladrar como un ingrato que nadie me comprende.
Luchar tan sólo para volverse lodo metafísico,
pantano donde creció el amor,
donde ya las consecuencias caen podridas del árbol.
Se derrama el canto donde hay apenas voces
y un sabor a derrota se escurre por mi boca.

El amor, ese jugo o cicuta explicativa,
porción fecal del sueño primigenio,
límite infinito de lo que llamamos universo
y es en verdad apenas una fuga,
un impulso por morir acrisolado.

A quién le importa el agujero negro que habrá de tragarnos algún día
A quién las grietas que en la soledad existen
Todo se aclara en el tamiz de las explicaciones
las verdades a medias, las escaleras infinitas para llegar a otra escalera.
El amor muere cada noche, subterráneo, sin luces ni palabras.

(de Duele una mujer en todo el cuerpo)


Canto donde se habla de astillas

Inmanente al agua como la espuma
la vida es un dolor que se evapora.

Todo muere un poco cada tarde.
El viento mece las preguntas
que habrán de venir algún día.

Lento en el andar,
se desvanecen los secretos;
palabras sólo en el eco del día
se callan, mueren impronunciadas.
La soledad no tiene voluntad de irse
por eso hay que arrastrarla al fondo,
cocodrilo que llora y muerde al mismo tiempo.
Así se hundieron las horas de mi vida,
tormentas febriles que escampan,
han muerto de tristeza como es obligación de los recuerdos.

Lejos, la ciudad muere con las calles de mi vida.
Permanezco mudo, diminuto, ante este espejo
mirando las horas rompiendo infatigables como olas.

(de Retratro imaginario de las horas)


Poema V

Mi casa es de madera
y mi corazón de lucha
dije bajo el cielo en calma
en un rincón de mis anhelos

Todo se rompió con naturalidad de piedra
y se me puso en la espalda
el primer triunfo del fracaso

(de Grietas en la soledad)



Aproximación a la caída

El destino natural del infeliz,
mascullando,
veneno de otras latitudes, vuelve.
Ha muerto en el desierto y su fauna de reptiles
nos mira, llueven las grietas
por donde Dios se ha fracturado.
Nada corresponde al temor,
ni el tiempo difícil de las despedidas,
Amor, tantas noches hasta llegar a ti,
alborotadas noches de negar la mentira
y sin tregua, dejarse embaucar por la serpiente
que nos ofrece tu manzana a cambio de la sangre.
Quisiera por fin poner en algún lugar el techo,
dejar fija en la tierra la sombra,
cualquier pretexto, cualquier desastre,
ver convertido en profecía fatal.
La cama del enfermo, la mano del condenado a muerte.
La muerte lenta, anunciada, como el quiste inicial
del cáncer que habrá de enloquecernos.
Cercana al pómulo, la soledad nos guiña el ojo y
nos lleva de la mano hasta la guillotina.

(de Si muero quién alimentará mi espejo)

MIGUEL ÁNGEL ANDRADE

DÓNDE TE ENCUENTRO
si no es casual que yo toque puntos cardinales
por qué me obliga a escribir
tu geografía de relámpago y piedra

será que no hay manos más culpables
palabras más extrañas
que las que mi celo designa a tus pupilas

tus movimientos penetran mi embriaguez
cierran el círculo de mi sed enfebrecida

retiras depositas
retiras depositas

retiras tu calor
depositas tu veneno
en el instante mismo
que compruebo tu violencia

y no es que sea la última vez
pero a morir deseo que no se fuguen
tus caderas de mis manos.


LA TARDE APRIETA los dientes
me he ido quitando los colores del sonido
los placeres de la respuesta ya tienen la misma
reacción en mis adivinaciones

espérame dónde estoy
en qué punto de la tarde mis armas se disuelven

será una escalera una puerta sin ventanas
el paso de una mosca por el agua

es en esta cama donde me siento inusitado
donde todos los vapores del ensueño
van dejando su rastro de apetencias
es en este cuarto
en esta calle paralela

en la ciudad ésta que me resigna
a seguir perdiendo la mirada en todas partes

cuántas piedras tienen un rasguño de mis ojos
a cuántas peatones propuse
un viaje por las costas del extravío

no recuerdo
no logro subir las anclas de la memoria


se arrepintieron los errores
todas las hojas en caída acabaron por arrepentirse

volé
a ras de viento
ejecuté en las calles las marchas del verano

pero la ciudad no se inquietó
el banco de las correspondencia siguió cobrando
los ángulos no se abrieron
ni las fuentes se burlaron
la lluvia quebró mis piernas con su temblor pendiente
mi ademán perdió su ruta por seguir el juego

tengo la mente parada

cómo ceñir la piernas de la ciudad a mi cintura

(…)

si está lloviendo en ésta hora
no salgan con la mirada fértil
mi sudor ha disparado gacelas blancas
y luces de reclamo.



A MÍ ME VOLVIÓ LOCO la mañana
la sangrante claridad de la armonía
tuve que volar para abandonarme
visitar las sombras y dejar en prenda mi deseo

carecía de la locura necesaria para mudar la piel
surgí de la noche en descomposición
con los poros abiertos el sudor en la sonrisa
desperté para sentir en mi corazón
todo el rencor de las palabras
para sentirme ridículo
avergonzado por despertar

sí es verdad
desperté vomitando mariposas
tenía las uñas bifurcadas
los ojos trasegados por haber mirado
de frente las combustiones de la tarde

conseguí vender los espacios de mi respiración
poner en ruinas mi adolescencia

predecir era poner una grieta a mis equivocaciones
apostar por la razón
sabiendo que tenía las patas oxidadas.



LA MEMORIA TIENE viejos visitantes

los cerdos encebrados
tragan su semen
de excremento alimentan sus criaturas

que nadie me diga cómo abrirles la vergüenza
no hay respuesta
no hay piedra que suene en el hueco de su mente

andan de rodillas
con la cola al cuello
y un trozo de cerebro fresco
para cuando no abunde la carroña.


EN EL CAMINO hallamos
las corrientes cíclicas
del amor improvisado
hubo que nublar la mirada
con en el humo de la ansiedad

en oración nocturna te llamaba
con lo dedos en la punta del ardor

¿hay acaso
pared más luminosa que la del cuerpo?

bebo en tus pulmones el vino
tinto del amor ilusionado

tu cuerpo se dispersaba en manantiales
de estupor y agonía
ondas que se anudan
callan
y desaparecen

mi gusto no tenía color
pero fue el puente salino de tu espalda
lo que me condujo a la lujuria.